La experiencia virtual simula la ascensión al cerro El Plomo, mediante un recorrido guiado por Kuntur, el espíritu de un cóndor que habita en el mundo celestial de los incas.
El recorrido está compuesto por 6 estaciones que emplazan al usuario en distintos puntos de la ruta, mediante la utilización de fotografías en 360°. En cada una de estas paradas se aborda un tema en particular, transmitiendo distintos conocimientos sobre la cultura y cosmovisión inca, por medio de recursos informativos, videos animados y juegos interactivos.
Finalmente, el usuario logrará entender cómo fue que el Niño del cerro El Plomo llegó hasta la cumbre de la montaña y permaneció allí, casi inmutable por más de 500 años, hasta su descubrimiento.
A continuación, se presentan los contenidos educativos que se abordan en el recorrido.
Comuna de Lo Barnechea
Fuente: Indaga
El cerro El Plomo está ubicado en la comuna de Lo Barnechea, en el sector nororiente de la ciudad de Santiago. Se desarrolló en torno a un antiguo poblado rural y en 1991 se estableció oficialmente el municipio de la comuna. El 95% del área de la comuna corresponde a terreno cordillerano.
Fuente: Indaga
La Cordillera de Los Andes es considerada la columna vertebral de América del Sur, ya que atraviesa todo el continente, desde Venezuela hasta el sur de Chile y Argentina. Su punto más alto es el cerro Aconcagua, que tiene 6.962 metros de altitud y que se ubica en Argentina.
Fuente: Indaga
El cerro El Plomo tiene 5.430 metros de altitud sobre el nivel del mar y es la montaña más alta de las que pueden verse desde el valle de Santiago. Tiene dos grandes glaciares, desde los cuales surge el estero El Cepo, cuyas aguas alimentan al río Mapocho.
Piedra Numerada (3.400 m.s.n.m.)
Fuente: Indaga
Fuente: Indaga
El 1° de febrero de 1954, un humilde minero de la comuna de Puente Alto, de 73 años de edad, llamado Guillermo Chacón, junto a Gerardo Ríos de 38 años y su sobrino Jaime Ríos, de 22; realizaron una expedición al cerro El Plomo. El objetivo era excavar unas antiguas estructuras de piedra que se encontraban cerca de la cumbre. ¿Qué era lo que buscaban?.
Fuente: Diario La Nación, 1929
Esta no era la primera vez que Guillermo subía a la cumbre de El Plomo. Al igual que otros arrieros y mineros, había escuchado las historias sobre fabulosos tesoros enterrados en las altas montañas. Con esta ambición en mente, realizó dos expediciones durante los años ‘20 para excavar en estas estructuras de piedra. Allí descubrió que estos tesoros no eran solo un mito, ¡había encontrado medallones de oro y varias estatuillas de minerales preciosos! Tras estos descubrimientos Guillermo dijo: “esto tiene que encerrar algún secreto y yo vivo voy a estar para ver que esto sea realidad”.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
Más de 20 años después, en la expedición que realizó junto a Gerardo y Jaime, Guillermo logra cumplir ese sueño. Tras excavar en el mismo sitio y encontrar dos nuevas estatuillas con forma de camélido, finalmente descubrió el cuerpo de un niño congelado. ¡La sorpresa fue mayúscula! Parecía estar dormido, tenía la cara pintada, estaba peinado con muchas trenzas y llevaba adornos de plata y grandes plumas en la cabeza. Los exploradores tomaron al niño, lo acomodaron en un saco y comenzaron el descenso, llevándose todo lo que encontraron junto a él. Pasaron la noche en Piedra Numerada y al día siguiente escondieron al Niño entre unas rocas. Continuaron su regreso a Puente Alto acarreando algunos de los tesoros que habían encontrado, pero dejando al niño oculto a medio camino.
Fuente: Enterreno
Algunos días después, informaron sobre el descubrimiento al Museo Nacional de Historia Natural. Se reunieron con la Dra. Grete Mostny, a quien le mostraron una de las estatuillas que habían encontrado y le contaron sobre el descubrimiento de la supuesta momia que habían dejado oculta en la montaña. Ante su gran interés, los exploradores decidieron volver a la cordillera para sacar al niño de su escondite. Al volver, la Dra. Mostny y otros investigadores visitaron a Guillermo en su casa. Al llegar, quedaron sorprendidos del increíble estado de conservación del cuerpo congelado de un niño indígena. Finalmente, el Museo de Historia Natural decide comprarlo.
Fuente: Publicación en medio desconocido, 1954
En los días siguientes, el hallazgo se comunicó a través de la prensa, causando gran expectación, tanto a nivel nacional como internacional. Algunos días después, el niño se expuso en el Museo y llegaron a verlo más de 5.000 personas. Inicialmente, los diarios hablaron del descubrimiento de una “momia de una princesa quechua”, pero después de las investigaciones realizadas se llegó a la conclusión de que se trataba del cuerpo congelado -no momificado- de un niño inca, de alrededor de 8 años de edad, que había sido ofrendado a los dioses en la cumbre del cerro El Plomo hacía más de 500 años.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
La arqueóloga e investigadora austríaca Grete Mostny llegó a Chile en 1939, con 25 años. Poco tiempo después, comenzó a trabajar en la sección de antropología del Museo Nacional de Historia Natural. En 1964 se transformó en la primera mujer en asumir la dirección del Museo, rol que desempeñó hasta 1982.
Fuente: Memoria Chilena
Solo dos meses después del descubrimiento, el 2 de abril de 1954, un grupo de 15 investigadores subió al cerro El Plomo. La expedición fue muy difícil debido a las condiciones climáticas adversas, sin embargo, se obtuvieron resultados muy relevantes sobre el origen del niño.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
La expedición científica que se realizó al cerro demostró la existencia de dos grupos de construcciones de piedra de origen inca, llamadas pircas. A 5.200 metros se encuentra el Adoratorio, que se piensa se utilizó con fines ceremoniales. Las pircas ubicadas a 5.400 metros, donde se encontró el Niño, recibieron el nombre de Enterratorio.
Campamento Federación (4.100 m.s.n.m.)
Fuente: Indaga
El Niño del cerro El Plomo pertenecía a la cultura inca, que se desarrolló en América del Sur entre los siglos XII y XVI.
La sociedad inca era muy jerárquica. Había un soberano que reinaba en todo el imperio y al cuál se le llamaba inca. Existían dos clases muy diferenciadas: la nobleza, el grupo privilegiado; y el pueblo, que constituía la fuerza de trabajo. La base de la organización social de los incas era el Aillu, que correspondía a una comunidad conformada por un grupo de familias que tenían algún antepasado en común y que habitaban un territorio determinado. Todos los hombres eran preparados para la guerra desde muy jóvenes y estaban obligados a servir en el ejército.
Fuente: iStock
Los incas eran una cultura agraria y utilizaban una serie de técnicas y saberes para el cultivo de diversos vegetales, entre ellos, maíz, papas, tomate, maní y quinua. Entre ellas, una de las más conocidas es la construcción de terrazas para el cultivo en las laderas de los cerros. También utilizaban canales y bocatomas para la irrigación de los cultivos.
Fuente: iStock
La arquitectura inca se caracteriza por su gran solidez, la exactitud de sus formas y su simetría. El principal material que utilizaban era la piedra, con las que levantaban muros enormes formados por bloques de piedra tallada que encajaban perfectamente. Una de las construcciones más conocidas es el poblado de Machu Picchu, ubicado en las montañas de los Andes peruanos.
Fuente: iStock
Qhapaq Ñan significa recorrido del rey y es la red de caminos que comúnmente se conoce como camino del inca. Tenía más de 30.000 kilómetros y conectaba los distintos territorios del Tahuantinsuyo a través de dos ejes principales que recorrían el imperio de norte a sur, uno por la costa y el otro por los sectores cordilleranos.
Fuente: iStock
El año 2015 se encontraron restos arqueológicos incaicos bajo la Catedral de Santiago, en la Plaza de Armas. Esta y otras excavaciones realizadas en el centro de la ciudad en las últimas décadas, han aportado evidencias de que esta se emplazó sobre lo que fue un asentamiento inca.
La Hoya (4.200 m.s.n.m.)
Fuente: Indaga
La cosmovisión es el conjunto de creencias, rituales y prácticas que se transmiten de generación en generación y que determinan la forma en que los pueblos entienden el mundo. Según la cosmovisión inca, el mundo tiene tres niveles o planos: uno inferior, uno intermedio y uno superior. Cada uno de estos planos está simbolizado por un animal.
Fuente: iStock
La serpiente es el animal que simboliza el Uku Pacha o mundo inferior.
Uku Pacha es el mundo subterráneo en el que residen los antepasados. Además, es el hogar de las fuerzas de la naturaleza, como la tierra, el agua y los minerales, que son esenciales para la vida.
Fuente: iStock
El jaguar es el animal que simboliza el Kai Pacha o mundo intermedio.
Kai Pacha es el mundo terrenal, en el que vivimos los humanos, en armonía con la naturaleza.
Fuente: iStock
Los cóndores simbolizan el Hanan Pacha o mundo superior.
Hanan Pacha es el mundo celestial y sagrado. Hogar de los dioses como Inti, el dios del sol; Mama Silla, la diosa de la luna y Viracocha, el dios creador. Al Hanan Pacha van las almas de los incas más importantes después de su muerte, para reunirse con los dioses en una vida eterna.
Fuente: iStock
Los incas eran politeístas, es decir, adoraban a varios dioses. El dios más venerado era Inti, el dios Sol, ya que permitía el crecimiento de los cultivos. Al Inca o emperador se le consideraba hijo directo de Inti. Otro de los dioses más adorados era Viracocha que, según el mito, surgió de las aguas para crear el cielo y la tierra.
Fuente: Indaga
Los sitios sagrados eran llamados huacas y se extendieron por todo el Imperio inca. Una huaca era una entidad divina que residía en objetos naturales como montañas, ríos o campos de batalla. En estos sitios se realizaban distintas ceremonias y rituales para rendir culto a los dioses. Las altas montañas como el cerro El Plomo solían ser lugares sagrados para los incas, ya que les permitían acercarse al Hanan Pacha.
Fuente: Indaga
Al interior de la nobleza inca había un grupo de personas que estaba a cargo de organizar las ceremonias y rituales para rendir culto a los dioses. Estos eran las panacas o sacerdotes. El sumo sacerdote del imperio, llamado Villaq Umu, era pariente cercano y principal consejero del Inca.
Adoratorio (5.200 m.s.n.m.)
Fuente: Indaga
A 5.200 metros de altura se ubican las ruinas conocidas como el Adoratorio, ya que los arqueólogos piensan que es muy probable que en este lugar se haya realizado una ceremonia, en la cual el Niño que fue encontrado en la cumbre, fue el protagonista.
Esta ceremonia era parte de un ritual mucho mayor que realizaban los incas, conocido como la capacocha.
El Niño del cerro El Plomo fue el protagonista de una capacocha que caminó desde el Cusco, en Perú, en una larga peregrinación que finalmente lo convertiría en el representante de todo su pueblo ante los dioses.
Fuente: Representación de ofrendas de niños, según Felipe Guamán Poma de Ayala
Según la creencia inca, los niños, niñas y adolescentes que eran ofrendados a los dioses en la ceremonia de la capacocha no morían, sino que transitaban del mundo terrenal al celestial, transformándose en representantes de las comunidades ante los dioses.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
Los niños de las capacochas eran enterrados junto a una serie de objetos que aseguraban que tuviera todo lo necesario para su viaje al mundo celestial, además de ofrendas para los dioses. El conjunto de estos objetos se denomina ajuar y habitualmente incluía tejidos, estatuillas de distintos minerales, joyas, cerámicas y alimentos, entre otros.
Fuente: Andesjournal
En la cima del volcán Llullaillaco en Argentina, a 6.739 metros de altitud, se encontraron en 1999 los cuerpos mejor conservados de todas las capacochas que se han descubierto. Son conocidos como la Niña del Rayo (de 6 años), el Niño (de 7) y la Doncella (de 15). Cada uno tenía su propio ajuar, que estaba compuesto por una gran cantidad de objetos.
Cumbre y Enterratorio (5.400 m.s.n.m.)
Fuente: Indaga
El Niño del cerro El Plomo fue encontrado a 30 metros de la cumbre, bajo una estructura ceremonial de piedra que fue denominada como el Enterratorio.
Fuente fotografías: Museo Nacional de Historia Natural
En otras capacochas encontradas, la cantidad de objetos del ajuar era significativamente mayor. Esto hace pensar a los investigadores que el ajuar del Niño del cerro El Plomo probablemente incluía más objetos, y que estos fueron saqueados en algún momento.
Fuente fotografías: Museo Nacional de Historia Natural
A partir de su vestimenta y adornos, se piensa que el Niño provenía de algún lugar del Collasuyo que correspondía a la zona sur del Imperio.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
Debido a las condiciones ambientales de la altitud, que se caracterizan por bajas temperaturas y baja presión, el cuerpo fue sometido a un proceso de liofilización natural.
Esto es, a una deshidratación a bajas temperaturas, que hizo que el cuerpo perdiera toda su agua, evitando su degradación con el paso del tiempo.
Por lo tanto, en estricto rigor el Niño no estaba congelado. En ese caso se hubiese deteriorado rápidamente una vez que se expuso a mayores temperaturas, tras haber sido descubierto y bajado del cerro.
Fuente: Réplica expuesta en el Museo Nacional de Historia Natural
Desde 1954, el Niño se conserva en una cámara refrigerada en el Museo Nacional de Historia Natural, a una temperatura que fluctúa entre -2 y -4 grados celsius. En línea con las políticas de la UNESCO de no exponer restos humanos, el público general sólo puede ver una réplica de la pieza arqueológica.
Fuente: Museo Nacional de Historia Natural
Una vez al año distintas comunidades de pueblos originarios se acercan al Museo Nacional de Historia Natural para celebrar el Inti Raymi. En esta ceremonia, presentan ofrendas al Niño del cerro el Plomo, demostrando el fuerte vínculo que existe entre ellos.